Artículo escrito por Santiago Lago, director de GEN, en el periódico El País.
El proceso de descentralización política y financiera en España ha sido muy intenso y exitoso en muchos sentidos; lo que no es óbice para reconocer y aceptar sus debilidades y disfuncionalidades. Una parte de ellas tiene que ver con no haber ajustado la estructura institucional, manteniendo espacios y Gobiernos (provincias y diputaciones) propios de la estructura centralizada que copiamos a la Francia napoleónica; o un Senado inútil en su configuración actual. Otras, con la extraordinaria dinámica del proceso, que a veces nos ha empujado a ceder competencias sin fundamento claro. O, en sentido inverso y como factor compensatorio, a mantener un exceso de legislación básica estatal sobre materias que son, en lo fundamental, autonómicas. En cualquier caso, los duros recortes y el malestar que ha provocado la recesión y el legado del boom anterior en términos de corrupción y despilfarro han sido catalizadores para la intensificación de las tensiones territoriales y el reforzamiento de posiciones críticas con la descentralización, que siempre han estado ahí.
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